¿Quién hay detrás de cada escultura? Si estás aquí es porque te estás preguntando, “¿Quién es José Soler Art?”.

Soy quien un día inició un sueño artístico y trabajé con dedicación, y mucho esfuerzo, por hacerlo realidad.

Finalicé la carrera de Arquitectura Técnica en el 2010 y desde entonces siempre he trabajado mano a mano con el acero. Son ya más de 10 años trabajando y dando vida al metal, convirtiéndolo en estructuras, en movimiento, en arte.

Mi padre ha sido mi mejor maestro. Cuando terminé la carrera me dijo: “Sé como las águilas, que solo se detienen en la cumbre”. Con esta frase siempre en mi cabeza decidí ampliar mi formación en arte, y en concreto en escultura.

Siempre he tenido vena de artista emprendedor y tuve muy claro que mis jefes serían mis clientes. Es en 2013 cuando nace mi propio taller, cuando sin titubear realizo una gran inversión en maquinaria capaz de trabajar el acero en todas sus vertientes. En aquellos años las palabras esfuerzo, constancia y perseverancia fueron protagonistas, al igual que protagonistas fueron todos mis apoyos, mi familia y quienes creyeron en mí.

Combinado con mi dedicación al arte, trabajo como arquitecto del metal junto con importantes empresas para quienes creo piezas de acero de todo tipo para una arquitectura innovadora.

Fue en 2015 cuando el arte se convierte en mi estilo de vida, cuando las galerías comienzan a llamarme, cuando comienzo a exponer y ganar premios. Desde entonces mi marca personal se consolidó y mis piezas cruzaron el charco hasta llegar a Colombia, EEUU, Noruega, Italia, Francia, Portugal, Alemania, Finlandia… ¡Comenzaron a volar!

Pero, ¿y por qué esculturas en acero? Siempre he sido de mente inquieta, y el metal como elemento creativo me parece fascinante. No solo lo trabajo, sino que lo he estudiado al detalle, y me resulta increíble la infinidad de posibilidades de personalización que ofrece. Para mí el metal es una fuente inagotable de belleza, pues permite resultados muy atractivos. ¿Y el arte? Los psicólogos dicen que el arte puede ayudar a curar un poco el alma, nos ayuda a sentirnos bien y respirar mejor. A mí me ha permitido entender que los sentimientos son universales, que todos los experimentamos seamos quienes seamos. En definitiva el arte es como un hilo invisible que nos une en una emoción común al contemplar una obra.

He tardado dos años para ver mis mejores resultados, he tenido que cambiar muchos fines de semana de diversión por trabajar a pleno rendimiento, cambiar caprichos por inversiones en maquinaria y materiales.

Gracias a esas decisiones hoy puedo decir que me dedico al arte en acero, puedo decir que estoy viviendo la vida que siempre quise. Aquello que parecía sacrificios hace unos años y hoy me reafirman que con pasión, dedicación y paciencia todo es posible.

Tengo la suerte de pertenecer a una estirpe de ingenieros del metal. Quien veis en la foto es mi abuelo, lo veis en su taller junto con su torno. Él fue quien me transmitió ser un valiente emprendedor, y a no conformarme a ir siempre más allá, pues son los intrépidos quienes contribuyen con su trabajo y ejemplo a cambiar el mundo a mejor. Gracias, abuelo.

“Aunque me encanta lo tradicional y la pureza de lo de siempre, reconozco que soy aire fresco para el sector del metal. Digamos que soy un neoartesano del acero con vocación y corazón de artista”

Siempre que ves una pieza hay un proceso detrás; imaginación, boceto, diseño, fabricación… Y también hay un escenario. Mi escenario es mi taller, donde tengo la suerte de venir cada día con actitud de viernes, con la sonrisa y la energía del primer día de vacaciones. Tengo el lujo de haber hecho de mi sueño mi trabajo.

Con una puesta en escena entre radial, soldadoras de hilo, curvadora, plegadora, yunque, sopletes, martillos, cinceles, punzonadora, torno, sierras… Me rodeo de objetos robustos en forma pero capaces de crear las esculturas más elegantes y sofisticadas.